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Del acceso y la
reproducción a la reusabilidad
Gracias a la redes
(Intranets e Internet), actualmente no se
trata de producir documentos y reproducirlos para copias, lo que importa es
el acceso
y recuperación de los mismos. En la distribución de documentos hemos
desterrado la palabra "copia"
ya que un único
original accesible puede ser usado por diferentes y múltiples
usuarios de forma
instantánea. Además, el usuario puede trasladar el documento a un
soporte propio
para hacer una réplica, transformarlo y manipularlo. La reusabilidad ha suplantado a la reproductibilidad.
Hoy se habla de circulación y distribución de documentos, más que de producción. La imprenta, la
rotativa o la
multicopista servían para sacar miles de ejemplares iguales por medio de la
misma plancha. El facsímil, el microfilm y la fotocopiadora permitían la copia
exacta del documento mediante una fotografía que incluía todo lo que éste podía contener
y que se limitaba a texto e imágenes estáticas, ya que no era posible el empleo
de audio, vídeo o
imágenes en movimiento.
La fotocopiadora posibilitaba hacer
collages usando un método manual de recorte y pegado bastante
rudimentario, aunque era posible ampliar y reducir las imágenes, pero no
modificarlas. Sin embargo, en todos estos casos, cada morfología de
escritura
perdía su forma concreta, puesto que el documento completo se transformaba en
una imagen que formaba un todo homogéneo imposible de manipular. Ya no se podía
separar el texto de la imagen, y mucho menos modificar la tipografía de las
letras del texto, su tamaño o posición. La imagen total únicamente se podía
alterar cambiándola de tamaño por ampliación o reducción.

La
escritura digital del hipertexto, por el
contrario, no sólo permite la reproducción y copia exactas por medio de un
simple clic de ratón y una orden que hace que el
archivo original que contiene
el documento se copie en el disco duro de nuestro
ordenador o en otro
soporte de almacenamiento; sino que además, esta copia conserva los
formatos
de todos y cada uno de los datos de información y por ello, es posible manipular
separadamente tanto los bloques de texto como las
imágenes. Se pueden modificar
los tipos de letra, su formato y posición; y también se pueden manipular las
imágenes, no solo ampliarlas y reducirlas, sino metamorfosearlas. Bajo la
aparente uniformidad de la digitalidad, cada
morfología recupera su formato una vez que ha sido decodificado. Podemos
concluir que el documento ha perdido su integridad ya que el
lector puede
suprimir párrafos o añadir nuevos, eliminar
imágenes o manipularlas y, en suma,
modificar el documento original a voluntad. Incluso utilizar partes de ese
documento para insertarlas en otros.
La invención del fax, conectado a la
línea telefónica, supuso un gran
avance para la difusión de documentos, puesto
que permitía la distribución a distancia. Sin embargo, los
documentos seguían
manteniendo su integridad porque no se podían manipular y además no se trataba
de un modo de difusión a gran escala. Para acceder o difundir el documento debía
establecerse una comunicación sincrónica entre emisor y receptor.
En la
Web, los documentos están
disponibles en cualquier tiempo y lugar, no hace falta una conexión sincrónica
entre autor y lector, sino que la
Web es una especie de biblioteca que ofrece
sus servicios sin horario de apertura y cierre, y sin tiempos de espera. Además,
el documento "prestado" sigue permaneciendo en la "biblioteca" y está disponible
para cualquier otro lector/usuario que lo precise,
aunque las peticiones sean múltiples.
Como muy bien resume Lluis Codina en
El libro digital y la WWW, la reusabilidad consiste en
la propiedad que presenta la información digital de poder ser fácilmente seleccionable, recuperable, transmisible y transportable.
Y, como bien afirma Linda Schamber en What is a
document?, lo que distingue a un documento digital de un documento
impreso es que es fácilmente manipulable, es enlazable interna y externamente,
es rápidamente transformable, es inherentemente accesible, instantáneamente
transportable e infinitamente replicable. Efectivamente, en estos tiempos en que
está tan en boga la ingeniería genética, ya no hablamos de copiar y de copia de
un documento, sino de clonar y de clones de documentos.
Si antes tratábamos de tener los objetos físico originales o sus copias
para almacenar la información y poder tener acceso a ella, ahora sólo
necesitamos este último proceso. Digitalmente, la distinción entre original y
copia ha perdido toda pertinencia. Según
Derrick de Kerckhove: "Pasamos, en estos momentos, de la era de la
'reproducción' a la de la 'segunda versión'".
Los medios digitales
permiten cortar y pegar trozos de texto, hacer collages y adaptar los documentos a nuestros
propios intereses informativos. No sólo el autor, sino los propios
lectores,
pueden crear sus segundas y terceras versiones a partir del documento original,
o incluso apropiarse de una obra ajena con o sin modificaciones. Las interconexiones e integraciones que
el lector establece con otros textos, bloques de texto u obras de otros autores,
plantea una serie de problemas relacionados con la autoría y el
copyright, hoy todavía sin solucionar. Incluso la inclusión de los
enlaces de otra página web en una página
diferente de la de su autor ha sido puesta en
cuestión planteando problemas de
autoría.
La propia esencia del hipertexto,
que es poder conectar documentos o bloques de información mediante la inclusión
de
enlaces en las páginas de la World Wide Web, fue
objeto de una demanda judicial en el año 2000. British Telecom (BP) reclamaba a
Prodigy -una empresa que presta servicios como proveedor de Internet-
la patente de los enlaces y exigía que todos los Proveedores de
Servicios de
Internet (ISP) le pagaran una licencia ya que, según ella, estos servidores
daban alojamiento a los millones de páginas web existentes y que todas
ellas utilizaban los enlaces infringiendo la patente. Para BP, toda la red era
culpable, aunque eligió a Prodigy para interponer la demanda y se
lo notificó a muchos otros servidores. El hecho es que en 1976, BP había
patentado el dispositivo capaz de enlazar los bloques de datos situados en un
servidor central por medio de los enlaces hipertextuales. Esta patente también
había sido ampliada en Estados Unidos en el año 1989, aunque su plazo expira en
2006.
En agosto de 2002 por fin se
resolvió la demanda y, afortunadamente, a favor de todos los defensores del
hipertexto, el libre acceso a la información y la cooperación en el
conocimiento. La juez rechazó los argumentos de BP afirmando que "Internet no tiene un ordenador central; así que Prodigy no ha podido
contribuir a propagar la infracción".
En realidad, la esencia profunda del
hipertexto entra en contradicción con los derechos de autor, las patentes y las
marcas registradas, ya que se trata no sólo de acceder a toda la información de
forma universal, sino también de favorecer la creación de un corpus de
conocimiento compartido que ahora es posible a través de la Web. La filosofía
del hipertexto y de Internet tiene más conexiones con la cultura oral que con
las culturas escritas, ya que se trata de compartir y contribuir al conocimiento
entre iguales y en la expresión de lo que se comparte oralmente no hay derechos
que valgan, sea la patente de Agamenón o su porquero. La información es más útil
cuando interactúa con otra información que cuando se diviniza o se patenta. Para
el conocimiento, el texto enlazado, el intertexto o el texto recombinado son
algo productivo. Así se eleva al hipertexto a su máxima potencia. El problema es
que, frecuentemente, estas cándidas palabras tienden a ocultar una menos
inocente: el plagio. Recientemente, cierto autor pillado in fraganti por
haber realizado tales prácticas, se ha defendido aludiendo a la "intertextualidad".
Toda obra es fruto de las anteriores, igual que el pensamiento humano es un
largo hipertexto que en la red de la historia entreteje las ideas y las obras
presentes con las precedentes. Sin embargo, hay que buscar ese difícil
equilibrio entre el conocimiento ya compartido y el respeto al
autor de una obra
de creación concreta. Lo que no se puede consentir es que alguien eche mano del
conocimiento compartido para reclamar la autoría en beneficio propio. Hay que
huir de las apropiaciones indebidas. Soluciones posibles y al
alcance del
hipertexto, son decantarse por llevar a cabo una autoría múltiple y así
anunciarlo (la Web no es otra cosa que una inmensa obra de autor múltiple), o
mencionar a todos los contribuidores a través de las citas y referencias, y en
esto, los enlaces, son la mayor aportación del hipertexto.
En resumen, hemos pasado del almacenamiento
local al acceso global. Yendo un poco más lejos y basándonos en la
multiplicación de los puntos de acceso y la funcionalidad de
Internet, podemos coincidir con
Derrick de Kerckhove que ha llegado a afirmar que la
relación es inversa y que sería una visión más precisa del futuro decir: "Del
acceso global al almacenamiento local". Mediante el hipertexto, cualquiera puede
acceder a la información de forma rápida y directa y la función de las
bibliotecas y los centros de documentación debería ser constituirse en puntos de
acceso para la entrega de información y no únicamente ser guardianes de una
colección. El texto existe físicamente una vez en un ordenador local o remoto o
en un soporte de información digital (disquete,
tarjeta de memoria,
CD-ROM,
etc.), pero el hipertexto se reproduce en cada visualización. Las nociones de
unidad, identidad y localización se desdibujan y la información se desterritorializa para viajar por las redes y hacerse presente en la
pantalla de
nuestro ordenador.
Hace pocos años las tecnologías intentaban resolver el problema del
almacenamiento de los datos y de los contenidos. También de las velocidades de
procesamiento de los ordenadores para acceder a tales datos. Resuelto este
problema mediante las enormes capacidades de memoria actuales no sólo de los
ordenadores servidores de la red, sino de los PCs clientes, la
tecnología se
encamina hacia el tratamiento y procesamiento de esos datos y contenidos. La
ingente y acelerada capacidad de almacenamiento ha sido desbordada por una falta
de herramientas para organizarlos, indizarlos,
clasificarlos, buscarlos y
recuperarlos de forma adecuada.
Un problema de
más calado es que nos quedemos simplemente en el acceso a la información y en
saber cómo buscar, encontrar y organizar lo más relevante, pero sin que por ello
modifiquemos nuestros conocimientos. Es decir, que la memoria externa -en el
sentido que utilizaba Vannevar Bush refiriéndose a su máquina
memex, debería
aportar algo a la memoria interna humana y colectiva, si no carecería de sentido
tener al alcance de un clic todo ese corpus de memoria externa y... desaprovecharlo.
En 1990, la
Fundación para las Fronteras
Electrónicas (Electronic Frontier Foundation EFF), una organización que
perseguía la libre expresión en Internet, extendió su grito de guerra por el
ciberespacio bajo el lema "La información quiere ser libre". Este despojamiento
del emisor y el receptor para centrarlo todo en el contenido y focalizar la
importancia de la información en la información misma y no en las personas, se
convirtió en una buena metáfora para exigir que la información fluyera libre y
sin censuras. Sin embargo, no tiene ningún sentido despojar a la información de
su verdadero sentido, que es favorecer el conocimiento en y entre personas y
contribuir a la comunicación y el entendimiento entre los seres humanos. El
objeto -la información- no puede existir sin los sujetos -emisores y receptores-
pero esto no quiere decir que convirtamos a los sujetos únicamente en
propietarios o consumidores.
Bibliografía
BENJAMIN, Walter. La obra de arte en
la era de la reproducción mecánica. Madrid, Taurus, 1973.
CODINA, Lluis. El
libro digital y la www. Madrid, Tauro, 2000. [Volver]
Don´t link to Us! Stupid Linking Policies.
http://www.dontlink.com/
KERCKHOVE, Derrick
de. Inteligencias en
conexión. Barcelona, Editorial Gedisa, 1999. [Volver]
R.C. "BT pierde el juicio por el que
reclamaba la patente del hipervínculo". Ciberpa@is, 29-8-2002.
RODRÍGUEZ BRAVO, Blanca. El documento: Entre la tradición y la renovación.
Gijón, Ediciones Trea, 2002.
SCHAMBER, Linda. "What
is a document? Rethinking the concepto in uneasy times". Journal of the
American Society for Information Science, 47, núm.9.
[Volver]
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