Chusa Lamarca:   Desglobaliza

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¿Qué es la globalización?

   Existe cierta confusión de términos ya que hoy se habla tanto de globalización o mundialización, como de libre mercado, liberalización, libre comercio, desregulación, privatización, competitividad, etc. Se puede decir que globalización y mundialización, son términos sinónimos, aunque con pequeños matices que los diferencian. Mundialización se refiere más a la concreción física o geográfica: la expansión del sistema capitalista a nivel mundial, mientras que globalización parece abarcar más matices, no sólo la expansión geográfica del capitalismo a nivel mundial, sino a todas las esferas de la vida. Por eso se habla de globalización económica, globalización financiera, globalización tecnológica, globalización cultural...

   La globalización parece que nos conduce a un mundo plural donde caben todas las culturas, hablan de aldea global, pero la globalización impone uniformidad. Las culturas no se penetran unas a otras, son clónicas de la cultura hegemónica. Igual que no se globalizan las ideas ni las ideologías, sino que se impone una sobre las demás, las otras se silencian. Esta ideología única es el neoliberalismo. Por eso se habla también de "pensamiento único".

   Pero ¿Qué es el neoliberalismo? En los años 70, la crisis o reducción de beneficios por parte del capital, animó a la elite empresarial a revivir el viejo liberalismo con tintes nuevos con el fin de obtener nuevas ganancias. Así surgió el neoliberalismo, una ideología que se ha extendido a escala mundial y cuyos conceptos clave son: liberalización del comercio y las finanzas, desregulación, reducción del gasto público y privatización, esto es, desmantelamiento del estado social y hegemonía absoluta del mercado, libertad total para movimientos de capitales, bienes y servicios a escala mundial. El neoliberalismo también es conocido como Consenso de Washington porque este sistema doctrinal creado para favorecer al mercado, fue diseñado por el gobierno de EE.UU. y las instituciones económicas internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), bajo los auspicios de las transnacionales.

   Hobbes, uno de los padres del liberalismo político y económico decía: “Ella para él y él para el Estado”. Con esta frase, resumía el reparto de roles, la división sexual que durante siglos ha separado el espacio privado del espacio público. Las mujeres se ocupaban de lo que se consideraba el espacio privado: del cuidado de la casa, de los hijos y de la familia, mientras que los hombres se ocupaban del espacio público: de los asuntos de estado y de la milicia. Así se reflejaba la subordinación de la mujer al varón y del varón al Estado. Hace ya mucho tiempo, las feministas pusieron en cuestión esta separación porque las decisiones tomadas en el espacio público condicionaban todo lo referente al espacio privado: las leyes sobre el aborto por ejemplo (espacio público) condicionan el espacio privado (no sólo condicionan la vida de las mujeres, sino incluso su propio cuerpo), o la existencia o no de servicios sociales, por ejemplo, si existen guarderías o no (espacio público) o si la sanidad y la educación son accesibles y gratuitas, condiciona la vida privada. Pero por otro lado, si las mujeres cuidan de la familia, de los hijos, de los ancianos y de los enfermos (espacio privado), el Estado se desentiende de estos trabajos, esto es, lo privado también condiciona lo público.

    Casi cuatro siglos después de la frase de Hobbes, la globalización económica capitalista aporta un nuevo actor en este reparto de funciones. El mercado irrumpe como principio articulador básico y totalizador alrededor del cual giran mujeres, hombres y los propios Estados.

   Los procesos de globalización no sólo afectan a las relaciones internacionales, sino también a la vida cotidiana.

   Hoy, cuando se habla de economía globalizada, son precisamente las economías domésticas las que no se sustentan. La política se ha desgajado de la vida real, de los asuntos verdaderamente importantes, de los intereses reales de las personas y de las sociedades. Además, el mercado valora todo con argumentos monetarios y lo que no tiene precio no existe. ¿Cómo puede el mercado valorar con argumentos que no sean estrictamente monetarios, el trabajo de las mujeres, un trabajo que produce bienes y servicios no destinados a la venta, pero básicos y esenciales para que funcione el resto? Y ahora que las mujeres han entrado en el ámbito público, aunque no de la misma manera que los hombres puesto que tienen menor salario y trabajos más precarios y que sigue habiendo más mujeres fregando los suelos de los Parlamentos que sentadas en los escaños ¿cómo se las apañará el mercado para que los varones hagan el camino inverso y por fin asuman sus responsabilidades dentro de la esfera doméstica?

   La globalización capitalista nos conduce a un mundo irracional. Si todos los aspectos de la vida humana se supeditan a la búsqueda del beneficio económico, si se sigue con los mismos criterios de sobreexplotación de la naturaleza y de los seres humanos, y se continúa sin atender a las verdaderas necesidades de la gente, cualquier política tendente a evitar la desigualdad, incluida la desigualdad de género, estará condenada al fracaso. 

   La ideología capitalista atraviesa por su fase más salvaje en la época actual. Es el mercado el que marca y decide nuestras vidas. Hemos pasado de un capitalismo de explotación de recursos naturales y de seres humanos a un capitalismo de exterminio. Se agotan los recursos y se contamina el planeta de manera irreversible y también se mata a las personas, o se las deja morir, lo que es lo mismo.


   Ver documental completo La doctrina del shock de Naomí Klein.

                                                                                                            

   Una de las principales respuestas a esta situación injusta ha sido el movimiento 15M.  Aquí se puede ver el documental #Indignados sobre el movimiento 15M dirigido por Antoni Verdaguer y producido por Josep Jover.
 

      

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